Las meninas, junto con las clases de restauración de muebles, fueron las que me dieron de comer; bueno, la palabra comer debería ir acompañada de «relativamente». Por lo general, los artesanos no comemos demasiado bien; sin embargo tenemos bien aprendido que la paciencia, el esfuerzo y muchas horas de trabajo son nuestros mejores compañeros.
Desde aquí, gracias a esa persona que consintió siempre que yo me dedicase a lo que me apasionaba, mientras él salía a trabajar muy temprano y regresaba tarde. Me sentí una privilegiada por haber tenido a mi lado a quien con su paciencia, su generosidad y su salario, permitió que desarrollara mis sueños.
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